Diario se cuela la luz, diario se fuga el color muestra una nueva serie que se deriva de la reciente exploración de Benjamín Torres sobre los métodos de contención, exploración y exhibición de arte. El artista ha infundido su inclinación establecida para usar materiales de dos y tres dimensiones con una nueva estética influenciada por la escritura Asemic—una escritura que tiene el aspecto del lenguaje escrito, pero de hecho no tiene un significado inherente. Torres usa esto como base para explorar libremente la geometría, la abstracción y la composición. Ventanas y puertas, distorsionados por periódicos y bloques de pinturas, funcionan paradójicamente como puntos de acceso y barreras. Esta estratificación de planos de colores y medios de comunicación demuestra que cuando algo está oculto, algo más se revela.
Además, la exposición incluye dos instalaciones a gran escala: una tienda de revistas dislocadas, donde el contenido de cada revista ha sido arrancado y descartado, dejando solo las espinas en exhibición; y una galería de arte disfuncional en la que se cuelga un cuerpo acumulado del propio trabajo del artista, aunque de una manera que los hace imposibles de ver. Del mismo modo que las ventanas y puertas de Torres exponen y ocultan simultáneamente, estas instalaciones llaman la atención sobre la comunicación intrincada entre el proceso artístico y la forma en que el arte se muestra y se consume. A través de este nuevo cuerpo de trabajo, Torres llama la atención sobre la tensión perpetua entre la superficie y el fondo. Los medios son infinitamente prescindibles, están llenos de significado, ya sea como una probadita individual de información o como un todo que se ha acumulado a través del tiempo y la cultura. Siempre puedes mirar el color o el texto, pero al final el espectador siempre decide dónde descansar el ojo.